Se repiten los casos en que el poder político ha descargado su
furia contra las mujeres musulmanas, amparándose en las leyes
divinas
Fue un caso de violencia política lo que dio origen a la
conmemoración del 25 de noviembre como día internacional de la no
violencia contra la mujer. En efecto, el asesinato a golpes de bate
de las hermanas
Patria, Minerva y
María
Teresa Mirabal en República Dominicana por encargo y bajo
la dictadura de Trujillo despertó la conciencia de la opinión
pública y se convirtió en el punto de partida de la caída del
dictador. El crimen de las hermanas Mirabal, activistas políticas,
fue un crimen de Estado.
Lo personal es político. Esta afirmación, más bien una
sentencia, se ratifica en el caso de muchas mujeres que se han vuelto
activistas y han descubierto su poder como agentes de cambio, cuando
el poder público ha quebrado la paz de la esfera privada,
motivándolas a hacer de su voz, la voz del pueblo. Es un hecho de
violencia – en sentido amplio- lo que empuja a las mujeres a la
calle.
Si bien la violencia contra la mujer es estructural, quiero
referirme en esta ocasión a la violencia que se ejerce contra las
mujeres de parte del aparato estatal -legitimado o no- por razones de
conciencia, activismo político o ejercicio de la libertad de
expresión.
La violencia política es una forma de relacionarse presente en
toda sociedad. Tiene que ver con el uso de la fuerza para doblegar la
voluntad del que se considera adversario o promotor de una forma dada
de orden social, de tal manera de quebrantar sus deseos e
intenciones. Asume diferentes formas, puede venir desde distintos
actores sociales. Sus acciones más recurridas son la tortura, el
secuestro con resultado de desaparición o muerte, la prisión por
razones políticas, el magnicidio, el apartheid y el terrorismo de
Estado.
Los países que se llaman a sí mismos islámicos, queriendo
convencer con ello que siguen la reglas reveladas por el Corán y
registradas por la Sunnah, no escapan a la realidad de la violencia
política contra las mujeres.
Las Mujeres saben de qué se trata
Son muchos los casos en que el poder gubernamental ha descargado
su furia con mayor o menos sofisticación contra las mujeres
musulmanas, amparando su brutalidad en las leyes divinas. Al hablar
de violencia política en los países islámicos, las mujeres saben
bien de que se trata.
En Irán, lo saben, por ejemplo,
Shirin Ebadi,
premio Nóbel de la Paz, quien fue destituida como jueza y a quien se
le prohibió ejercer como abogada en Irán, debido a su manifiesta
defensa de los Derechos Humanos y oposición a los abusos de la
República Islámica.
La activista pro-derechos humanos
Nasreen Afzali fue
condenada por un tribunal en su país a seis meses de cárcel y diez
latigazos, en ocasión de una marcha a favor de periodistas
feministas que estaban siendo procesadas. Afzali fue encontrada
culpable de
“alterar el orden público por haber participado en
una concentración ante el tribunal revolucionario de Teherán”.
También,
Narges Mohammadi, presidenta
ejecutiva del Centro para la Defensa de los Derechos Humanos de Irán,
quien fue condenada a 11 años de prisión tras ser declarada
culpable de
“propaganda contra el sistema” y de
pertenecer a un grupo
“cuyo objetivo es perturbar la seguridad
del país”.
Somayeh Tohidloo narró en su propio blog el
dolor y humillación que sintió al recibir 50 latigazos en la
Prisión de Evin. La razón de esta crueldad fue haber insultado en
su blog al presidente Mahmud Ahmadineyad. Somayeh fue encarcelada
cuando participaba en la campaña del opositor Mir Hussein Mousavi
que denunció el fraude masivo en las elecciones presidenciales de
2009 .Fue liberada después de pagar una fianza de 200.000 dólares
pero se le condenó a 50 latigazos.
Lo supo muy bien
Haleh Sahabi, la hija del
destacado disidente Ezatolá Sahabi, quien falleció de un infarto
este año tras un altercado con las fuerzas de seguridad durante el
funeral de su padre, al cual asistió gracias a un permiso especial
de la prisión en la cual cumplía pena por razones políticas.
En Siria, lo supo
Zainab Hosni, de 18 años,
natural de Homs. Fue decapitada, mutilada e incluso le arrancaron la
piel del cuerpo. Fue secuestrada en julio de este año por hombres
sospechosos de pertenecer a las fuerzas de seguridad sirias, en un
intento de presionar a su hermano Mohammad Deeb Hosni, un activista
que también fue detenido y torturado.
En Marruecos, lo saben
Zahra Boudkour e
Ihlan
Hasnouni, dos de las presas políticas más jóvenes del
Reino Alauita. Zahra fue liberada el 2010 y su caso saltó a la
palestra no sólo porque era la única mujer del grupo sino porque
fue sometida a vejaciones y torturas. Antes de ingresar en prisión
permaneció cinco días en un sótano de la comisaría de la célebre
plaza Jemaa el-Fnaa de Marrakech. Estuvo atada a un radiador y
desnuda, según narró en noviembre de 2008 desde la cárcel de
Boulmharez, en Marrakech.
Zahra tenía entonces la regla y el suelo de aquel calabozo estaba
salpicado de sangre. Así la contemplaron los policías que la
interrogaron y sus 17 compañeros de cautiverio de la comisaría. En
las dependencias policiales
"me golpearon también con una
vara de hierro", recordaba desde la prisión.
"Aquella
comisaría fue un pequeño Guantánamo en versión árabe".
Hasnouni fue detenida por su participación en una protesta para
pedir mejores servicios de alimentación en la Universidad. Una
intoxicación provocada por alimentos en mal estado servidos a
decenas de estudiantes que obligó a ingresar en hospitales a algunos
de ellos. Los jóvenes se echaron a la calle, para exigir que la
universidad se hiciese cargo de las facturas hospitalarias y se
enfrentaron a las fuerzas del orden. La golpearon dándole patadas
hasta que perdió el conocimiento.
En Egipto, lo saben
Samira Ibrahim Mohamed y
Salwa Hosseini, víctimas del abuso sexual llamado
“test de virginidad” por parte de militares egipcios, con la
intención de infligir un castigo aleccionador vinculado a una moral
represora de la sexualidad femenina. También es posible –esperemos
que no- que lo sepa
Aliaa El Ahmady, quien por
publicar su foto desnuda arriesga un castigo de 80 latigazos.
En Arabia Saudita, el mal del apartheid de género es despiadado y
las mujeres lo sufren de manera cotidiana. La mujer saudita no puede
votar ni conducir vehículos. No puede recibir asistencia médica en
un hospital ni viajar sin la autorización por escrito de un tutor
masculino. No puede cursar los mismos estudios que le están
permitidos al varón y está excluida de ciertas profesiones.
Que se les haya reconocido a las mujeres el derecho a votar es un
avance, sin embargo, aún subsisten serias inequidades en el acceso a
la justicia. No hay que olvidar a las víctimas de las atrocidades
sauditas. En 2002, se incendió una escuela y murieron 15 alumnas.
Los guardianes de la moral - un cuerpo policial- no las dejaron salir
ni permitieron que los bomberos las rescataran porque las niñas no
llevaban el manto negro ni el chal que toda mujer debe usar en
público.
Recientemente,
Shaima Jastaniya fue detenida por
conducir su automóvil al hospital. Fue condenada a un ser
salvajemente azotada. Si bien el Rey anuló la pena debido a las
protestas globales, un tribunal local confirmó su sentencia.
Mientras ella apela a la corte, los clérigos sauditas
ultraconservadores pretenden hacer de ella un ejemplo para las otras
mujeres.
Sin embargo, la comunidad internacional seguirá agasajando a sus
representantes sin pronunciar una sola palabra recriminatoria y esto
tiene una explicación fácil: ese reino está sentado sobre la mayor
reserva petrolera del planeta. En palabras de Mona El Tahawy:
“La
explicación más difícil –la que muchos, demasiados, evitan– es
que los sauditas han conseguido poner en un brete al mundo
cuando atribuyen el maltrato de la mujer amparándose en motivos
religiosos”.
Islam y Derechos Humanos
El Islam es una religión de paz. No hay nada en el Corán o en la
Sunnah profética, en la doctrina o en la ética islámica que
permita, estimule o justifique la violencia contra las mujeres en
ninguna forma y bajo ninguna circunstancia. Aunque la idea que se
tiene en occidente es que la violencia de género en estos países es
producto de la religión, el reconocimiento a los Derechos Humanos
para hombres y mujeres en un plano de igualdad, encuentra en el Corán
su fuente original.
Existe una Declaración de los Derechos Humanos en el Islam
(DDHI), también conocida como Declaración de El Cairo (1990).Es una
declaración por parte de los estados miembros de la Organización de
la Conferencia Islámica que proporciona una visión general de la
perspectiva musulmana sobre los derechos humanos y fija la Sharia –
ley islámica, en sentido general- como su fuente principal. La DCDHI
declara que su objetivo es ser una guía para los estados miembros de
la OCI en el campo de los derechos humanos. Generalmente, esta
declaración se considera como homólogo y respuesta a la Declaración
Universal de los Derechos Humanos redactada por Naciones Unidas en
1948.
Pero aún si esta Declaración no existiese, no comprometería en
lo absoluto los derechos inalienables de la humanidad. En el Islam,
todas las personas son profundamente iguales. Cada ser humano es por
tanto parecido a sus semejantes; la humanidad forma una comunidad
fraternal al servicio de un único Dios. En este contexto espiritual,
el concepto islámico de unicidad es dominante y central; comprende
necesariamente el concepto de unidad humana y la fraternidad entre
los seres humanos.
Dice el Corán:
“¡Creyentes! Sed íntegros ante Dios cuando
practiquéis la justicia, que el odio a un pueblo enemigo no os
incite a obrar injustamente. ¡Sed justos! Esto es lo más cercano al
temor de Dios” (Corán, 5:8).
La vida es sagrada y no debe ser tomada ni atropellada sin razón.
Cuando se viola el carácter sagrado de la vida humana matando a una
persona sin causa justificada, el Sagrado Corán lo compara con la
muerte de la humanidad entera.
“(…) Aquel que matase a un
apersona que no hubiera matado ni que haya corrompido en la tierra,
es como si hubiera matado a toda la humanidad”.
Dijo el Profeta Muhammad (saw) que no hay diferencia entre un
árabe y un extranjero (no árabe), entre un hombre y una mujer,
entre un rico y un pobre excepto por la piedad, la conciencia de
Dios. Aquella persona que se respete a sí misma, estará
definitivamente en favor de la implementación y vigilancia de los
Derechos Humanos.
El Islam no permite oprimir a nadie y menos aún a las mujeres,
los niños, las personas mayores, los enfermos y los heridos. La
castidad y el honor de las mujeres deben ser respetados en todas las
circunstancias. Aquel que padece hambre debe ser alimentado, aquel
que no tiene ropas debe ser vestido, los enfermos deben ser
atendidos, sin importar si son musulmanes o no.
Los Derechos Humanos son conferidos por Dios y en consecuencia,
ninguna asamblea legislativa del mundo, ningún gobierno en la tierra
tiene derecho o autoridad de modificarlos o abrogarlos. Tampoco se
trata de reconocer los derechos humanos fundamentales en papel y
violarlos en la práctica cuando sea conveniente por razones
políticas.
Algunos de los Derechos Humanos otorgados a hombres y mujeres en
el Islam son: Las libertades individuales y presunción de inocencia,
El derecho de protestar contra la tiranía, libertad de expresión,
libertad de asociación, libertad de conciencia y convicción,
protección de las libertades religiosas, protección contra el
encarcelamiento arbitrario, igualdad ante la ley, principio de que
los dirigentes no están por encima de la ley y el derecho de
participar en los asuntos del Estado.
Queda claro.Las garantías llamadas constitucionales así como los
Derechos Humanos están reconocidos en el Islam, no sólo para los
musulmanes, sino para todas las personas más allá de las fronteras
de la religión. El Islam ha establecido el marco de los Derechos
Fundamentales y Universales para la humanidad entera, que deben ser
observados y respetados, en todas las circunstancias.
La Postura del Feminismo Islámico
En el análisis de las fuentes originales del islam, ha encontrado
el Feminismo Islámico su sentido y razón para abogar por la justa
reivindicación de las mujeres dentro de la comunidad musulmana a
todo nivel, exigiendo el reconocimiento de la igualdad de género, al
decir de Laure Rodríguez
“como un eje trasversal del Islam.."
y elevar el estatus de las mujeres "..
a ciudadanas de
pleno derecho, en equilibrio con el género masculino”.
Para el Feminismo Islámico, la conciencia de que la igualdad de
género es un valor irrenunciable impone la obligación de oponerse a
los abusos que atenten contra ella. Como sostiene esta autora
“Existen interpretaciones que privilegian actitudes
patriarcales que no tienen su fundamento en el mensaje igualitario
del Corán sino en la tergiversación de las lecturas desde una
perspectiva patriarcal”.
Entonces, el problema no es Dios ni su mensaje, sino el
Patriarcado y sus interpretaciones violentas, machistas, aberrantes e
injustas acerca del mensaje divino; el Patriarcado y su falta total
de respeto y misericordia; el Patriarcado y su miedo a la
justicia social, a la libertad de la humanidad y al potencial
transformador que posee el género femenino.
Un Estado que se declara islámico, no puede utilizar la violencia
política ni su autoridad de coerción de manera irrestricta .No es
aceptable entonces que un gobierno islámico pueda ejercer algún
tipo de violencia política o presión ilegítima sobre sus
ciudadanas. Si lo hace es, entonces, un gobierno mentiroso, tirano y
misógino, al usar la religión para apoyar sus crímenes contra las
mujeres.
Para terminar, cuando recordamos a quienes lucharon y han visto su
vida perdida o vulnerada en nombre de la justicia social y renovamos
nuestro compromiso por la igualdad, la equidad y el término
definitivo de la Violencia contra las mujeres en el mundo, son
pertinentes las palabras de Yaratullah Monturiol, investigadora del
Corán:
“…tiene que establecerse el estatus igualitario y
fraternal que nos enseñó el Islam hace más de catorce siglos. Para
ello, las mujeres deben recuperar los espacios usurpados y el
patriarcado debe perder su hegemonía por el bien común. Así que,
quien esté gobernando necesita que el pueblo le recuerde
diariamente, que ha de ser su humilde servidor y no al revés”.