Hay sexo con el compañero de piso
Por: Venus O’Hara |
Recuerdo la emoción que sentí antes de irme de casa para entrar a la universidad e independizarme. Qué alegría poder pasar toda la noche por ahí sin tener que mentir a nadie. Al rellenar la solicitud para vivir en la residencia universitaria, tuve que escoger entre un piso de solo chicas o uno 'mixto'. Sin dudar ni un segundo, taché la segunda casilla y me emocioné aún más al imaginar cómo sería vivir con chicos, sobre todo fantaseando con alguno estuviera bueno. Sin embargo, si hubiera sabido lo que sé ahora sobre la convivencia, es muy probable que hubiera elegido la otra opción.
Cuando llegué a instalarme en el piso fue como la entrada al Gran Hermano: esperaba ansiosa ver con quién iba a vivir. Así, apenas llegada, estaba colocando mis platos y tazas en la cocina compartida cuando conocí a Alan, un chico guapísimo y sonriente que, encima, estaba en el último curso de la carrera (entonces me parecía todo un hombre). Era tan atractivo que todas las chicas del piso y yo babeábamos cada vez que veíamos su cuerpo de gimnasio después de salir de la ducha, con la esperanza de que se le cayera la toalla. Además de sus atributos físicos, Alan era todo un gentleman: nos enseñó donde quedaba el supermercado y cargaba las bolsas de la compra; siempre nos decía que le podíamos pedir "cualquier cosa".
Sin embargo, nuestra fascinación por Alan no duró nada por culpa de sus fiestas nocturnas (música alta en la madrugada) y la comida podrida que dejaba en la nevera durante semanas. Después de semejante cosa, todas éramos indiferentes cuando Alan iba a desayunar a la cocina solo en calzoncillos.
Desde entonces, he vivido en más de veinticinco pisos compartidos en cinco ciudades y,
personalmente, siempre he considerado que liarme con un compañero era un gran NO, incluso después de haber vivido con muchos chicos –y chicas– que me han atraído. Igual que como ocurrió con Alan, si alguien llegó a gustarme a la primera vista, después de la convivencia, esta atracción inevitablemente se fue.
A pesar de esto, recientemente compartí piso con un chico que me alegraba bastante la vista.
-¡Mira a quién tengo en mi piso! -les dije a mis amigas enseñándoles su perfil de Facebook.
-¡Dios mio!, si tuviera a alguien así en mi piso moriría –me dijo una.
Nos llevábamos súperbien e incluso ni se quejó cuando moví los muebles para hacer una sesión de fotos y dejé todo en medio durante una semana. Con él, no escondí mi tendencia de masturbarme durante el día. Al principio no era mi intención provocarlo, simplemente no aguantaba hasta la noche para hacerlo de forma más discreta.
-Si escuchas vibraciones de mi habitación, no te asustes -le expliqué una tarde antes de irme a mi habitación.
Después, cuando salí, me paré delante de su puerta y le escuché gimiendo. La tensión sexual llenó el aire del piso, pero antes de que pudiera pasar algo, volvió a salir con su exnovia y al final solamente compartimos un abrazo intenso el día que se fue. Siempre me pregunto qué hubiera pasado en otras circunstancias...
Venus O'Hara
Cuando te gusta un compañero de piso e incluso la convivencia funciona, estoy convencida de que eso te convierte en un mejor compañero de piso; por ejemplo, serás mas limpio y más respetuoso pero a la vez, puede que sea un sufrimiento escucharle gimiendo con otra persona.
Está claro que tener sexo con un compañero de piso puede ser una experiencia fantástica, pero cuando va mal, es lo peor. Sin embargo, en mi opinión el verdadero peligro es cuando va demasiado bien y os convertís en una pareja 'seria' demasiado pronto. Antes de que suceda esto, lo mejor que se puede hacer es cambiar de piso.
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