Bankia
se ha convertido en un tormento para los dos partidos mayoritarios,
PP y Psoe, por razones similares: los dos han utilizado a las cajas y
a los bancos como resortes de sus miserables políticas
personalistas.
Sorprende
que Rubalcaba reclame las comparecencias de los principales
responsables de Bankia en el Congreso cuando durante todo el mandato
de Rato en Cajamadrid primero y Bankia después ha tenido a Virgilio
Zapatero como vicepresidente.
A
mí Virgilio Zapatero me cae bien. Lo conocí en Colombia durante la
celebración del IV Congreso de la Lengua. Yo acudía como parte del
equipo directivo del Instituto Cervantes y Zapatero como rector de la
Universidad de Alcalá de Henares para intervenir la Conferencia de
Rectores Universitarios (CRUE) que esos días, marzo de 2008,
celebraba reuniones paralelas al congreso de la Lengua en Medellín.
Y digo que me cae bien porque tenía una imagen distinta de él, ya
que años atrás, durante mis investigaciones sobre las finanzas de
los partidos y las primeras tramas de corrupción que se destaparon
durante la democracia, Zapatero aparecía como el cajero del Psoe en
el Banco Arabe Español, aquel que financiaba las operaciones de la
contable del Partido Socialista, Aida Alvarez, cuya carrera acabó
como el rosario de la aurora.
Virgilio
Zapatero, en aquella época, finales de los años ochenta, ya hacía
de bisagra entre el partido y Aresbank en negocios turbios que
acabaron en los tribunales. Pasados los años y tras conocer su
faceta intelectual y universitaria en Colombia, no me sorprendió
mucho que apareciera como vicepresidente de Cajamadrid cuando Rato se
hizo cargo de la entidad.
Yo
no sé por qué Rubalcaba no le pregunta a Virgilio Zapatero por lo
que ha pasado en Bankia, porque lo ha vivido de primera mano. De
hecho, fue uno de los miembros del equipo de consejeros que dimitió
hace poco en bloque para dar entrada al nuevo equipo de
Goirigolzarri. Después hemos asistido al esperpéntico episodio del
micrófono abierto por el que Rubalcaba expresaba su intención de
echar a Maru Menéndez por sus dotes de filtradora. Maru Menéndez,
opositora de Rubalcaba en el seno del Psoe madrileño, había
filtrado que el Psoe no tenía intención de pedir una comisión de
investigación sobre lo que ha ocurrido en Bankia.
Por
supuesto, el PP de Rajoy tampoco. Bastante tiene el hombre con la
prima de riesgo como para que se ponga el acento ahora en la
responsabilidad que han tenido su partido en la crisis de Bankia.
Si
repasamos la lista de circunstancias que se esconden detrás de la
quiebra de Bankia nunca podremos entender cómo este país se ha
echado en brazos de ese partido. Recuerdo que cuando tenía mis
cuentas en Cajamadrid, alguno de sus empleados ya comentaba el cabreo
que tenían en la caja por la sucursal que Miguel Blesa se empeñó
en abrir en Miami, porque lo que quería era una excusa para viajar a
la ciudad donde se había comprado una casa, no se sabe si cerca de
los cocodrilos que se ven en las serie CSI.
Por
su parte, Rato, parece que se ha empeñado en hacer un viaje de ida y
vuelta. Es decir, ha hecho una gestión desastrosa en Bankia,
provocando la mayor inyección de dinero público en la historia de
la banca española, con el fin, dice Goirigolzarri y Rajoy, de
privatizar posteriormente el paquete estatal. Tal vez como se
privatizó Argentaria en su día, al frente de la cual Rato colocó a
Francisco González, hoy presidente de un conglomerado mayor llamado
BBVA y con una pensión asegurada de más de cien millones de euros.
Curiosamente,
ahora, al frente de Bankia aparece la figura de Goirigolzarri, un
personaje que tampoco necesita mucho sueldo, puesto que ya cobró una
pensión de 70 millones de euros por su salida del BBVA, la entidad
que siempre aspiró a dirigir y no pudo por la insistencia de FG en
permanecer al frente de la misma, aunque ahora tiene la oportunidad
de liderar el mayor consorcio bancario del estado español y situarse
en una posición de privilegio para gestionar incluso su futura
privatización.
Y
es que los autores de esos doucumentales que invadieron las pantallas
de medio mundo para contar cómo se había producido la crisis, desde
Estados Unidos hasta Europa, con los neoliberales propugnando
privatizaciones a mansalva, tenían razón: el miedo, el pánico más
bien, a una quiebra generalizada es el mecanismo que permite a los
partidos de derechas entregar los principales servicios públicos a
sus empresarios afines. Está pasando en Castilla La Mancha con el
sistema sanitario, cuyo comprador más probable tiene entre sus
accionistas al propio Rato y al marido de María Dolores de Cospedal,
Ignacio López del Hierro, quien, por cierto, ya estuvo con Jacques
Hachuel haciendo negocios millonarios y turbios junto a Mario Conde
en la década de los ochenta, con José María Calviño y su Canal 10
escondido en la trastienda.
El
principal logro de Rajoy fue convencer a la mayoría de los españoles
de que podía arreglar los desaguisados de su antecesor en el cargo.
Sin embargo, nos hemos encontrado con que el déficit oculto
estaba en las comunidades gobernadas por el PP, léase Comunidad
Valenciana y Comunidad de Madrid, ambas conectadas por el cordón
umbilical de Gurtel, y con que el mayor agujero en el sistema
financiero lo ha provocado, y ocultado, quien antaño pasaba por ser
el gran gurú de la economía del PP. Es decir, un Rodrigo Rato huido
del Fondo Monetario Internacional que desembarca en España para
hundir a la que hasta su llegada era la cuarta entidad financiera del
país.
Sabido
es que su padre, Ramón Rato y Rodríguez San Pedro, fue uno de los
principales financiadores de la Alianza Popular que levantó Manuel
Fraga. Recordemos que Rodrigo creció en su casa entre reuniones de
postín a las que asistían el propio Fraga o el padre del actual rey
de España, don Juan de Borbón, cuyos familiares tampoco pasan hoy
por su mejor momento. En aquellos años 70, tras terminar sus
estudios en la Universidad de Berkeley, Rato se encontró una España
predemocrática liderada por las mismas sagas que gobiernan hoy el
país. En aquellas reuniones estaban los personajes mencionados pero
también José María Ruiz Gallardón, en una labor entonces loable
de cierta oposición al franquismo que hoy es el símbolo del
derroche –su hijo ha dejado esos maravillosos 7.000 millones de
euros en Madrid– junto a los pufos y errores de la monarquía y las
aventuras financieras de Rato y sus amigos. Toda una estirpe, siempre
en el poder, provocando agujeros aquí y allí, sin ninguna
responsabilidad ni una oposición que pida una comisión de
investigación porque también está pringada.
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